martes, 12 de enero de 2010

Presagio

Un llanto amarrado, nauseabundo, con una sensación irritable, oculta, disuelta entre el recuerdo y el olvido, en una mirada perdida, pesimista, imaginaria; que irradia un fuego dirigido, constipado, un virus insaciable, una mente que estalla y se funde con la respiración agitada, el cuerpo paralizado e irremediablemente frágil, atacado, sumiso en la derrota que acalambra, que hierve la sangre con la presencia de la idea, o la idea de otra presencia; y un eterno parpadeo que se mal viaja con la palabra, que se pierde en la impotencia resignada, de la propia ausencia, de la culpa, del coraje que calcina y envenena con misterio, con presagio, con absolución y sin cordura.
Que emite venganza y cobardía, que husmea el inconsciente, que reprime y hace palpitar opciones en pensamientos fugaces que dramatizan un hecho irreal… pero posible… incomprobable…
Cansado de posibilidades, inmerso en un abismo que seduce a la duda, a la locura, al grito que calla en el orgullo y va más allá de la razón…

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