Falsas magnanimidades incoherentes de autodestrucción inmune, de cenizas secas y polvo robado, falsedades de tiempo, destino, karma y argumentos, insomne fantasma pérfido y rastrero que armonizas melódicos de perpleja estridencia cuasi surreal... Miedo y lástima me das, no tienes nada para dar, para estar, para acompañar, púdrete inerte, no te canses de llorar, que todo lo que tienes son lagrimas perdidas en tu propia oscuridad; ¡piérdete! que caminas sin gravedad, falacia inmune escribe tu carta y déjate llevar... Pideme que me vaya, y lárgate a extrañar ¿qué? Lo poco que te queda de viva verdad... De algo mas... De nada mas... si aun existes, regresa ya. Circulo argumental, ciérralo, ahogalo, impregnalo de la ultima gota de sangre, de esa frígida y media mitad... paso en falso y caer y soñar... un instante de platónica y poco lastimera realidad...
jueves, 20 de octubre de 2011
lunes, 10 de octubre de 2011
Pausa...
Descubrí tus ojos en el ocaso, creí que sería imposible pero lo
conseguiste, mire de entre tus cuerdas y al acorde continuo me atrapaste o eso
creí, pero me acerque al paso incesante de tu mirada, sonreíste levemente y no
sé si fue por mi o por el elegante roce de tu arco y el sonido inoportuno que
se elevaba en mi eco solitario.
Vibraba y sentí que me ahogaba, intenté huir pero mis pies se clavaron a
la alfombra, pronunciaste palabras que pude descifrar en el insólito afán de
aferrarme a tus labios; me senté y soltando tu mágico instrumento me acechaste
y lo permití sin reniego alguno; suspiraste tan cerca de mi cuello que me
quebré al instante, congelé el tiempo mientras te trasladabas para dar pie a tu
maestría y pusiste tu brazo a mi alrededor para hacerme sostener el arma
punzocortante de tu encanto, mi latido se detuvo mientras toqué la madera fría
con mis dedos ardiendo y tu respiración rompiendo mi temple; fracase en el
primer intento y tu insististe como si de eso dependiera el universo... el
tuyo... que al fin y al cabo seria mío...
Desperté del trance y no había nada en mis manos más que tú dirigiendo
la orquesta y yo interpretando la última estrofa que armónicamente quedaba de
insensatos e innecesarios recuerdos.
Construiste de mi debilidad proeza acústica y solsticio literario,
constipaste la manía de mi frustración no correspondida y la hiciste propia con
el sentido más puro de la música silenciosa de tus dedos, del ritmo acelerado
de tu boca y el tempo moribundo en tu mirada... y yo, la nota nocturna que
envenenó el amanecer con la partida...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)