martes, 13 de abril de 2010

Trazos

Era un silencio tan perfecto que sucumbí a mostrar de mí la consciencia de mi propio anhelo desmedido, era profundo pero avasallante, era estremecedor como trazos sin terminar en una página vacía de soliloquios literarios, era luz perdida en horizontes grisáceos sin matizar. Era tan capaz de anonadarme que aun en el transe moribundo de este mi último instante, contemplé las lluvia cayendo en mi propio abismo, hojas secas de otoño inminente de sarcasmos depresivos y una farsa de invierno fundirse como deseo maniatado de sueño discorde, era destello de irrealidad y mi transparencia, era lúgubre como nada antes disuelto o conocido, era tan mío que rompí en llanto cuando vislumbré que no sometería de mí lo que no tengo, era compulsivo y encontré en mi memoria la locura más permanente de recuerdos momentáneos, era rígido y doloroso… hereje e instantáneo, pero no por fuego infernal conspicuo sino por gélido amanecer herido, era mi ser sangrante golpe a golpe de impotencia, era yo mirando el viento, sintiendo briza nocturna de posibilidades, festejando mis impulsos y mi falta de respeto a ese sentir incomprendido que no esperé mirar de nuevo, mientras temblando maldije mi silencio, mi inconsciencia...

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